Radiografía
Cultural de Puerto Rico
Informe presentado durante el Encuentro Continental de acompañamiento de la Pastoral de la Cultura del CELAM. Bogotá, 10-14 de octubre de 2004.
Eduardo
Torres Moreno, Secretario
de la Comisión de Cultura
Quinientos
años después de la llegada de la cultura hispana y de la
implantación de la Iglesia en la isla antillana de Borinquen (o
Boriquén) –en 1510 se estableció en San Juan el primero obispo en
llegar a América, Don Alonso Manso- y cien años después del cambio
de soberanía política –en 1898 Estados Unidos se adueñó de la
isla por la fuerza, interrumpiendo el proceso de emancipación de la
isla de España-, el Puerto Rico de hoy está orgulloso de su
identidad nacional aunque busque su definición en medio de dos
mundos, el hispano, al que pertenece por la lengua, la religión y la
cultura, y el norteamericano, al que pertenece política, social y
económicamente. La menor de las Antillas mayores puede ser
considerada por algunos como un portaviones del Imperio americano
ante el mundo hispano, pero también, por otros, como un Caballo de
Troya de la cultura hispana en la ciudadela norteamericana. Ambos
tienen razón y la historia dirá, únicamente, cual será la ruta
del mañana.
Diagnóstico
La
cultura, la podemos considerar como el conjunto de rasgos políticos
económicos, sociales, morales, religiosos, educativos y artísticos
que caracterizan una sociedad, o dicho con palabras más sencillas,
el alma de un pueblo. Pero como el alma es espiritual y no se ve,
sólo se puede conocer por sus actividades, por sus manifestaciones.
Por ello voy a apuntar una serie de rasgos que definen la cultura
puertorriqueña actual, con la humildad de quien sabe lo que vive
pero no alcanza todas las dimensiones de la vida con su saber.
Desde
el punto
de vista político,
Puerto Rico ha pasado por un proceso de descolonización todavía
inconcluso, varado en el Estado Libre Asociado, fórmula con la que
vive desde hace cincuenta años, entre los partidarios de la
integración plena dentro de la Unión federal norteamericana y los
escasos partidarios de la independencia plena. Mientras tanto avanzan
los gobiernos elegidos partidocráticamente, con una constante
tendencia al uso en beneficio propio –particular o del partido- de
los bienes públicos, burlando la vigilancia federal. Esta situación
tiene el peligro de mantenerse con un fanatismo político fomentado
en las masas y una indiferencia de los ciudadanos ante los problemas
comunes, ya que no se facilita su efectiva participación en las
decisiones políticas de su comunidad o municipio. Tiene la ventaja
de fomentar los conocimientos legales y políticos de los ciudadanos
frente a las agencias públicas, a las que aprenden a exigir sus
servicios.
Desde
el punto
de vista económico,
la abundancia de medios materiales y de trabajo bien remunerado ha
propiciado una sociedad del bienestar que ha degenerado en consumismo
y despilfarro, por una parte, y una cultura de la dependencia de la
ayuda pública por otra, con un sector de la sociedad que se ha
acostumbrado a vivir de las ayudas públicas (que compran así las
voluntades de los futuros votantes). Ha cesado la emigración
anterior que obligaba a los puertorriqueños a emigrar a Estados
Unidos para trabajar y se ha sustituido por una movilidad e
intercambio permanente: van estudiantes, turistas y trabajadores a
Estados Unidos; vienen estudiantes, turistas y retirados a Puerto
Rico. No hay muchas empresas de iniciativa propia, pero son inmensas
las empresas norteamericanas –sobre todo farmacéuticas, hoteleras
y centros comerciales- presentes en la isla dando trabajo a los
boricuas. El ejército americano ha reducido sensiblemente su
presencia, pero todavía es una salida para muchos jóvenes, además
de ingresar cuantiosas sumas en pensiones y ayudas a los veteranos
retirados. El comercio y las comunicaciones se ven así supeditadas a
la Unión norteamericana, pero también nos beneficiamos de ello con
la seguridad de las comunicaciones, el correo federal, las
telecomunicaciones, la avanzada tecnología informática y médica, y
los cuantiosos fondos en ayudas federales a las distintas formas de
pobreza presentes en la Isla.
En
el mundo
de la educación
rige una completa separación de Iglesia y Estado, que determina la
ausencia de la religión del mundo de la escuela y la universidad
pública, pero con un respeto grande por la libre iniciativa
educativa de la Iglesia y los padres por parte del Estado. Así
abundan los colegios católicos, que gozan de prestigio y calidad de
enseñanza frente a la indisciplina y violencia que aquejan la
escuela pública, pero se ven acechados por el mercantilismo
educativo o la renuncia al esfuerzo evangelizador. Existe una
universidad católica (Pontificia Universidad Católica de Puerto
Rico – PUCPR) con tres recintos (Ponce, Mayagüez y Arecibo) y unos
diez mil estudiantes, así como dos universidades de inspiración
cristiana. En las universidades públicas y privadas restantes es
posible la acción cultural mediante Centros de inspiración
cristiana –como el que alentó con su vida el Beato Carlos Manuel
Rodríguez, de momento nuestro único santo puertorriqueño-, pero
son una gota de agua en el océano de la competitividad capitalista
que se ha adueñado del mundo de la educación con absoluto desprecio
del humanismo más elemental. La ignorancia de conocimientos básicos
en lengua, literatura, geografía, historia, religión, redacción y
pensamiento crítico son endémicos en nuestros maestros –y por
tanto en los alumnos- que ignoran así su pasado y su futuro, presa
fácil de los intereses mercantilistas presentes. La falta de
librerías y hábitos de lectura se ha combinado con una
omnipresencia de la televisión y la computadora y producen un
universitario diestro en mecánica tecnológica pero incapaz de
creatividad y pensamiento propio. La exaltación de la libertad y la
riqueza de posibilidades educativas permiten que podamos apoyar un
cambio cultural imprescindible para el futuro inmediato.
En
cuanto a los medios
de comunicación social,
la Iglesia tiene una buena presencia institucional con un semanario
propio (El
Visitante),
televisoras y emisoras propias, que hace frente al imperio de la
publicidad comercial y la chabacanería de los otros medios, pero nos
afecta el peligro del clericalismo o el caciquismo individualista,
que los hace poco atractivos e incisivos. También está presente la
Iglesia en internet con las redes diocesanas que se están creando o
el portal interactivo de la Pontificia Universidad Católica de
Puerto Rico, http://www-pionet.org,
que presta un servicio importante no sólo a los católicos de la
Isla sino sobre todo a los abundantes boricuas del continente.
El
mundo
familiar,
con la incidencia de la esterilización, la mentalidad contraceptiva,
el aborto y el divorcio, merecería un estudio más profundo, pero
sea cual sea la incidencia de la crisis (parece que un 70% de los
nacimientos son extramatrimoniales) la Iglesia está desarrollando
una activa pastoral familiar, que es urgente e imprescindible, ya que
la familia cristiana no tiene sustituto posible.
Desde
el punto
de vista religioso,
la pastoral cristiana ha sabido enfrentarse al acoso de las numerosas
sectas –fanáticamente anticatólicas- y todavía la mayoría del
pueblo puertorriqueño se confiesa católico (70%) después de cien
años de acoso protestante y sectario. Junto a la acción de
sacerdotes y obispos -la Iglesia siempre contó con ministros
insuficientes y no siempre bien preparados-, la familia y la
comunidad –mediante el rezo del santo rosario, las devociones
populares, la predicación de laicos comprometidos (Hermanos Cheos)-
fueron la verdadera protagonista de esta hazaña, semejante a la
preservación de la lengua y la cultura hispana.
Pastoralmente
debemos crecer en la catequesis y en la producción pastoral propia,
aunque tenemos un aprecio grande de los sacramentos y la liturgia
cristiana, fuente primaria de cultura mediante la música de nuestros
cantautores y grupos, el arte religioso de nuestros artesanos, las
tradiciones de Navidad y Reyes y otros fenómenos de devoción
popular. La parroquia funciona bien como unidad administrativa, pero
debe crecer como del mundo, dentro de la autonomía de lo temporal,
acechados por el clericalismo o el espiritualismo desencarnado. Las
vocaciones están en alza, pero todavía son insuficientes en número
y sobre todo en formación cultural y teológica. Igualmente se
avanza en la comunión episcopal, pero todavía hay bastante
insularismo pastoral
Pronóstico
El
futuro cultural de Puerto Rico se debate entre el individualismo
liberal moderno y la solidaridad tradicional, el insularismo atávico
y la actual globalización, entre el mestizaje cultural y los cambios
rápidos producidos por la aceptación acrítica del “american
style of life”, entre los efectos deletéreos de la droga, la
violencia y el hedonismo en nuestros jóvenes y una esperanzadora
juventud que lucha contracorriente.
La
Iglesia es siempre la esperanza
de la humanidad,
y así lo siente el pueblo de Puerto
Rico
que todavía, a pesar de escándalos y mediocridades, cree en la
Santa Madre Iglesia y sus pastores, pero debemos renunciar a la
tentación del aislamiento o el refugio en la sacristía y lanzarnos
a la transformación del mundo con la coherencia de una fe profesada
sin complejos, celebrada sin deformaciones, vivida con alegría y
propuesta con serenidad como la gran esperanza frente al relativismo
disolvente, que sume al mundo actual en el miedo de una depresión
consumista. Para ello tendremos que encontrar pautas de acción que
ayuden a los pastores a formar en la fe a los laicos para que puedan
tener el protagonismo que les corresponde como principales
responsables del cambio cultural que determina la nueva
evangelización, con una cultura de la vida hecha comunión.
Revista del Pontificio consejo para la cultura "Culturas y fe" nº 26 (2005) 32-36:
http://www.cultura.va/content/dam/cultura/documenti/pdf/Rivista/2005-1.pdf
Excelente radiografía. ¿Puedo utilizarla con mis alumnos en la escuela y la universidad?
ResponderEliminar