01 mayo 2013

Radiografía Cultural de Puerto Rico

Informe presentado durante el Encuentro Continental de acompañamiento de la Pastoral de la Cultura del CELAM. Bogotá, 10-14 de octubre de 2004.

Eduardo Torres Moreno, Secretario de la Comisión de Cultura



Quinientos años después de la llegada de la cultura hispana y de la implantación de la Iglesia en la isla antillana de Borinquen (o Boriquén) –en 1510 se estableció en San Juan el primero obispo en llegar a América, Don Alonso Manso- y cien años después del cambio de soberanía política –en 1898 Estados Unidos se adueñó de la isla por la fuerza, interrumpiendo el proceso de emancipación de la isla de España-, el Puerto Rico de hoy está orgulloso de su identidad nacional aunque busque su definición en medio de dos mundos, el hispano, al que pertenece por la lengua, la religión y la cultura, y el norteamericano, al que pertenece política, social y económicamente. La menor de las Antillas mayores puede ser considerada por algunos como un portaviones del Imperio americano ante el mundo hispano, pero también, por otros, como un Caballo de Troya de la cultura hispana en la ciudadela norteamericana. Ambos tienen razón y la historia dirá, únicamente, cual será la ruta del mañana.


Diagnóstico

La cultura, la podemos considerar como el conjunto de rasgos políticos económicos, sociales, morales, religiosos, educativos y artísticos que caracterizan una sociedad, o dicho con palabras más sencillas, el alma de un pueblo. Pero como el alma es espiritual y no se ve, sólo se puede conocer por sus actividades, por sus manifestaciones. Por ello voy a apuntar una serie de rasgos que definen la cultura puertorriqueña actual, con la humildad de quien sabe lo que vive pero no alcanza todas las dimensiones de la vida con su saber.

Desde el punto de vista político, Puerto Rico ha pasado por un proceso de descolonización todavía inconcluso, varado en el Estado Libre Asociado, fórmula con la que vive desde hace cincuenta años, entre los partidarios de la integración plena dentro de la Unión federal norteamericana y los escasos partidarios de la independencia plena. Mientras tanto avanzan los gobiernos elegidos partidocráticamente, con una constante tendencia al uso en beneficio propio –particular o del partido- de los bienes públicos, burlando la vigilancia federal. Esta situación tiene el peligro de mantenerse con un fanatismo político fomentado en las masas y una indiferencia de los ciudadanos ante los problemas comunes, ya que no se facilita su efectiva participación en las decisiones políticas de su comunidad o municipio. Tiene la ventaja de fomentar los conocimientos legales y políticos de los ciudadanos frente a las agencias públicas, a las que aprenden a exigir sus servicios.

Desde el punto de vista económico, la abundancia de medios materiales y de trabajo bien remunerado ha propiciado una sociedad del bienestar que ha degenerado en consumismo y despilfarro, por una parte, y una cultura de la dependencia de la ayuda pública por otra, con un sector de la sociedad que se ha acostumbrado a vivir de las ayudas públicas (que compran así las voluntades de los futuros votantes). Ha cesado la emigración anterior que obligaba a los puertorriqueños a emigrar a Estados Unidos para trabajar y se ha sustituido por una movilidad e intercambio permanente: van estudiantes, turistas y trabajadores a Estados Unidos; vienen estudiantes, turistas y retirados a Puerto Rico. No hay muchas empresas de iniciativa propia, pero son inmensas las empresas norteamericanas –sobre todo farmacéuticas, hoteleras y centros comerciales- presentes en la isla dando trabajo a los boricuas. El ejército americano ha reducido sensiblemente su presencia, pero todavía es una salida para muchos jóvenes, además de ingresar cuantiosas sumas en pensiones y ayudas a los veteranos retirados. El comercio y las comunicaciones se ven así supeditadas a la Unión norteamericana, pero también nos beneficiamos de ello con la seguridad de las comunicaciones, el correo federal, las telecomunicaciones, la avanzada tecnología informática y médica, y los cuantiosos fondos en ayudas federales a las distintas formas de pobreza presentes en la Isla.

En el mundo de la educación rige una completa separación de Iglesia y Estado, que determina la ausencia de la religión del mundo de la escuela y la universidad pública, pero con un respeto grande por la libre iniciativa educativa de la Iglesia y los padres por parte del Estado. Así abundan los colegios católicos, que gozan de prestigio y calidad de enseñanza frente a la indisciplina y violencia que aquejan la escuela pública, pero se ven acechados por el mercantilismo educativo o la renuncia al esfuerzo evangelizador. Existe una universidad católica (Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico – PUCPR) con tres recintos (Ponce, Mayagüez y Arecibo) y unos diez mil estudiantes, así como dos universidades de inspiración cristiana. En las universidades públicas y privadas restantes es posible la acción cultural mediante Centros de inspiración cristiana –como el que alentó con su vida el Beato Carlos Manuel Rodríguez, de momento nuestro único santo puertorriqueño-, pero son una gota de agua en el océano de la competitividad capitalista que se ha adueñado del mundo de la educación con absoluto desprecio del humanismo más elemental. La ignorancia de conocimientos básicos en lengua, literatura, geografía, historia, religión, redacción y pensamiento crítico son endémicos en nuestros maestros –y por tanto en los alumnos- que ignoran así su pasado y su futuro, presa fácil de los intereses mercantilistas presentes. La falta de librerías y hábitos de lectura se ha combinado con una omnipresencia de la televisión y la computadora y producen un universitario diestro en mecánica tecnológica pero incapaz de creatividad y pensamiento propio. La exaltación de la libertad y la riqueza de posibilidades educativas permiten que podamos apoyar un cambio cultural imprescindible para el futuro inmediato.

En cuanto a los medios de comunicación social, la Iglesia tiene una buena presencia institucional con un semanario propio (El Visitante), televisoras y emisoras propias, que hace frente al imperio de la publicidad comercial y la chabacanería de los otros medios, pero nos afecta el peligro del clericalismo o el caciquismo individualista, que los hace poco atractivos e incisivos. También está presente la Iglesia en internet con las redes diocesanas que se están creando o el portal interactivo de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, http://www-pionet.org, que presta un servicio importante no sólo a los católicos de la Isla sino sobre todo a los abundantes boricuas del continente.

El mundo familiar, con la incidencia de la esterilización, la mentalidad contraceptiva, el aborto y el divorcio, merecería un estudio más profundo, pero sea cual sea la incidencia de la crisis (parece que un 70% de los nacimientos son extramatrimoniales) la Iglesia está desarrollando una activa pastoral familiar, que es urgente e imprescindible, ya que la familia cristiana no tiene sustituto posible.

Desde el punto de vista religioso, la pastoral cristiana ha sabido enfrentarse al acoso de las numerosas sectas –fanáticamente anticatólicas- y todavía la mayoría del pueblo puertorriqueño se confiesa católico (70%) después de cien años de acoso protestante y sectario. Junto a la acción de sacerdotes y obispos -la Iglesia siempre contó con ministros insuficientes y no siempre bien preparados-, la familia y la comunidad –mediante el rezo del santo rosario, las devociones populares, la predicación de laicos comprometidos (Hermanos Cheos)- fueron la verdadera protagonista de esta hazaña, semejante a la preservación de la lengua y la cultura hispana.

Pastoralmente debemos crecer en la catequesis y en la producción pastoral propia, aunque tenemos un aprecio grande de los sacramentos y la liturgia cristiana, fuente primaria de cultura mediante la música de nuestros cantautores y grupos, el arte religioso de nuestros artesanos, las tradiciones de Navidad y Reyes y otros fenómenos de devoción popular. La parroquia funciona bien como unidad administrativa, pero debe crecer como del mundo, dentro de la autonomía de lo temporal, acechados por el clericalismo o el espiritualismo desencarnado. Las vocaciones están en alza, pero todavía son insuficientes en número y sobre todo en formación cultural y teológica. Igualmente se avanza en la comunión episcopal, pero todavía hay bastante insularismo pastoral

Pronóstico

El futuro cultural de Puerto Rico se debate entre el individualismo liberal moderno y la solidaridad tradicional, el insularismo atávico y la actual globalización, entre el mestizaje cultural y los cambios rápidos producidos por la aceptación acrítica del “american style of life”, entre los efectos deletéreos de la droga, la violencia y el hedonismo en nuestros jóvenes y una esperanzadora juventud que lucha contracorriente.

La Iglesia es siempre la esperanza de la humanidad, y así lo siente el pueblo de Puerto
Rico que todavía, a pesar de escándalos y mediocridades, cree en la Santa Madre Iglesia y sus pastores, pero debemos renunciar a la tentación del aislamiento o el refugio en la sacristía y lanzarnos a la transformación del mundo con la coherencia de una fe profesada sin complejos, celebrada sin deformaciones, vivida con alegría y propuesta con serenidad como la gran esperanza frente al relativismo disolvente, que sume al mundo actual en el miedo de una depresión consumista. Para ello tendremos que encontrar pautas de acción que ayuden a los pastores a formar en la fe a los laicos para que puedan tener el protagonismo que les corresponde como principales responsables del cambio cultural que determina la nueva evangelización, con una cultura de la vida hecha comunión.
Revista del Pontificio consejo para la cultura "Culturas y fe" nº 26 (2005) 32-36: 


http://www.cultura.va/content/dam/cultura/documenti/pdf/Rivista/2005-1.pdf

1 comentario:

  1. Excelente radiografía. ¿Puedo utilizarla con mis alumnos en la escuela y la universidad?

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